- ¿Cuál es la dimensión emocional de los RRHH?
- ¿Cuál es la dimensión ética y moral de las personas?
- ¿En qué consiste la dimensión trascendente de las personas?
Ni en las teorías sobre la motivación humana, ni en las prácticas directivas más “modernas”, ni en las competencias directivas más destacadas, se tiene en cuenta los supuestos éticos y morales del ser humano. Solo objetivos, metas, competitividad…
Necesitamos darle un nuevo
enfoque de la función directiva en las organizaciones que nos lleve a una
reflexión acerca de la responsabilidad social sobre las personas de nuestra
empresa, que traiga como resultado tratarlas con el respeto y la dignidad
propia de una sociedad avanzada.
La espiritualidad se puede
entender como trascender de tu yo
individual para conectarte con algo superior, que podría ser los
demás. En el ámbito empresarial serían las personas que conforman tu equipo,
unidad, departamento, área, línea y la organización en su conjunto.
Nos resulta familiar, cuando se
habla de ventaja competitiva, el afirmar que el factor clave de éxito
empresarial recae sobre las personas. Sin embargo, en la mayoría de los casos,
no es más que un “slogan” en la web de una empresa que intenta proyectar una
imagen que no siempre entiende.
Se propone abordar la función
directiva desde una perspectiva “Kantiana”. El mundo competitivo en el que
vivimos exige resultados, y sobre todo, a corto plazo. Esto tiene como
consecuencia que las prácticas directivas centran todos sus esfuerzos en la
consecución de los objetivos, casi a cualquier precio, olvidándose de la ética
y determinados valores humanos. Es decir, se ponen los resultados por delante
de las personas.
La perspectiva “Kantiana” es
radicalmente opuesta: se pone a las personas por delante de los resultados, se
centran los esfuerzos en la ética de las relaciones humanas, se trata a las
personas como tales, preocupándose por sus necesidades, preferencias,
expectativas, preocupaciones, etc. Convirtiéndose el directivo en un servidor,
con el propósito de que se sientan queridos, protegidos y respetados, y como
consecuencia de ello, vienen los resultados.
En vez de buscar los resultados a
través de las personas, nos preocupamos por las personas y aparecen los
resultados.
De esta manera se contribuye a
que se guíen las prácticas directivas por el camino de la ética, la moral y los
valores humanos sin necesidad de renunciar a la consecución de los objetivos estratégicos
empresariales.
La espiritualidad no se puede
desligar del amor.
Viktor Frankl decía que “El amor es la única vía para llegar a lo
más profundo de la personalidad de un hombre”.
Si amamos podemos conocer la
esencia de otro ser humano y así, conocer su potencialidad. Aún más,
capacitamos a las personas amadas.
Además de dar y servir, el amor
tiene un carácter activo, lo que implica: cuidar a las personas preocupándonos
por ellas, responsabilizarnos (por ejemplo de su bienestar y desarrollo
profesional…) respetarlas y conocerlas lo mejor posible.
"Sólo el que manda con amor es servido con fidelidad". Francisco de Quevedo
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