¿Qué
utilidad tiene poseer la competencia emocional para la Gestión de los RR HH?
Podemos
decir que la inteligencia tiene 7 aspectos: memoria, inteligencia numérica, velocidad
de razonamiento, inteligencia espacial, creatividad, lenguaje e inteligencia
emocional.
Hay
dos niveles de inteligencia emocional: personal y social. Y por tanto,
percibimos, comprendemos y actuamos con arreglo a ellas. También poseemos 5
habilidades sociales: la capacidad de ver las cosas desde el punto de vista de
los demás, la capacidad de convencer a los demás, la capacidad de establecer
consenso en el desorden aparente, el don de evitar conflictos y la capacidad de
coordinar los trabajos de los demás. Todas ellas tienen como consecuencia un
mejor desarrollo de la función de gestión de los RR HH.
La Inteligencia Emocional nos permite percibir, comprender y actuar,
de forma consecuente con nuestras necesidades del momento, logrando que
nuestras emociones sean un fiel aliado para alcanzar nuestros objetivos en la
gestión del Capital Humano. Nos aporta estados emocionales adecuados en
calidad, intensidad y duración a nuestras necesidades, deseos y objetivos.
La
inteligencia emocional nos sirve para tomar consciencia de las diferentes
emociones que sentimos y sienten las demás personas de nuestra organización a
todos los niveles y posiciones (incluso dentro de los equipos de trabajo). Para
entender como nuestra forma de pensar sobre el pasado y nuestro lenguaje
interno (mapas de experiencias grabadas y creencias) influyen en la percepción,
emociones y motivación, y por tanto, en el presente y futuro. Para comprobar
cómo nos representamos la realidad y para relacionar y reconocer el papel que
juega lo que siento y pienso en lo que digo y hago, y por tanto, en las
interacciones de las personas que gestionamos. Todo ello para conseguir
resultados satisfactorios.
Y
por tanto, conocernos mejor, sentirnos más plenos y más felices. Detectar
comportamientos y situaciones de peligro, protegiéndonos de consecuencias
lesivas. Analizar las opciones existentes, planificar respuestas y evaluar las
consecuencias. Decidir actuar con asertividad y perseverar en los empeños que
necesitamos y merecemos. Y por último para aumentar la autoestima y la empatía
con el resto del equipo, disfrutando de relaciones plenas y fructíferas.
No trabajamos con jefes o con
gerentes, ni con subordinados, ni con clientes. Trabajamos con personas, servimos
a las personas. Esto implica una mezcla de racionalidad y emociones, que tienen
que estar alineadas. La comunicación mejora si nos damos a conocer y pedimos
información de cómo nos ven los demás. La apertura facilita la integración “Se
desprecia lo que se desconoce” (Machado). Las emociones hay que saber manejarlas e integrarlas. Nos motivará porque nos hará más
reales y vivos, generando influencia sin autoridad.
¿Podemos cambiar nuestros mapas? ¿Y
el de los demás?
Las creencias (pensamientos que
damos como ciertos) son el verdadero andamiaje con el que construimos nuestra
vida. Nuestro cerebro no distingue entre representaciones falsas o verdaderas,
así que si yo creo algo y me lo represento, el cerebro lo dará por válido y
funcionará en torno a esa creencia. Lo bueno es que las creencias se pueden
cambiar si el resultado que obtenemos no responde a nuestras necesidades, deseos
y objetivos modificando las representaciones que les dieron origen (mapas), y
así poder transformar creencias limitantes (no
puedo) en creencias potenciadoras (puedo)
y de esa manera conseguir los resultados deseados.
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